Trastorno límite de personalidad (TLP) y Dependencia emocional son términos que van ganando terreno en el ideario colectivo y que, a menudo, caminan de la mano. Sin embargo, el primero refiere un trastorno con entidad clínica y diagnóstica, y el segundo una forma de relacionarnos en lo afectivo que no siempre adquiere un carácter patológico.
El amor implica un estado de vulnerabilidad compartida y por tanto, genera un grado de subordinación. En el momento en el que amamos, el otro adquiere poder sobre nuestras vidas. Todas y todos hemos visto como nuestros pensamientos, emociones y conductas se han visto condicionados por el otro. Somos seres afectivos, y en mayor o menor medida, necesitamos sentirnos queridos y querer a los demás; comprender y ser comprendidos emocionalmente. Vincularse con el otro de una forma saludable no es una tarea fácil e implica competencias en la que muchos no destacan. La voracidad afectiva, las inseguridades, la entrega excesiva componen arenas movedizas en las que podemos vernos fácilmente atrapados.
Cuando hablamos de dependencia emocional nos referimos a un patrón persistente de necesidades afectivas y comportamientos no adaptativos orientados a la satisfacción de dichas necesidades (Castelló, 2005). La persona dependiente arrastra un vacío que, desde los primeros afectos en la adolescencia, limita su desarrollo y afecta a su bienestar y que intenta cubrir a través de su relación de pareja. El matiz que hace de la dependencia un rasgo problemático refiere la intensidad y persistencia del patrón; ese tropezar siempre con la misma piedra. Las personas con dependencia emocional tienden a vivir la misma relación una y otra vez, incluso siguiendo una suerte de fases similares, aunque varíe el objeto de deseo.
El trastorno límite de personalidad
El TLP es un trastorno de personalidad del clúster B que se sustenta en dos rasgos predominantes: impulsividad exacerbada y déficit de regulación emocional. Ambos rasgos afectan a la capacidad para mantener relaciones afectivas satisfactorias y estables. Habitualmente, para la persona con TLP la relación de pareja compone un desafío y uno de los ámbitos donde emergen con fuerza sus dificultades para regular sus emociones e impulsos.
La dependencia emocional ha ocupado un lugar preponderante en la conceptualización del trastorno, tanto desde orientaciones psicoanalíticas, cognitivas o interpersonales. Así, el gran Otto Kemberg señalaba ya en los años 80 que la dependencia “patológica y conflictiva” constituye un rasgo fundamental en los pacientes con TLP. Posteriormente, Marsha Linehan también señala el funcionamiento afectivo dependiente como uno de sus rasgos constitutivos. Peter Fonagy (2009) también señala la inestabilidad afectiva como uno aspectos centrales del TLP. La investigación con muestras clínicas ha hallado rasgos de dependencia significativamente mayores a la población general, y coinciden al atribuir significancia a estos rasgos en el trastorno límite (Bornstein et al., 2010). En el territorio patrio y más recientemente, Jorge Castelló (2019) otorga al funcionamiento afectivo dependiente un papel fundamental en el diagnóstico. No obstante, la dependencia emocional como tal no aparece en los criterios diagnósticos del TLP en el DSM-V. Sí aparecen otros signos relacionados con la inestabilidad afectiva.
Características de dependencia emocional en el TLP.
Intensidad e inestabilidad afectiva.
La dependencia emocional no siempre lleva asociada el conflicto. No obstante, en el TLP, las relaciones acostumbran a ser pasionales e inestables. Debido a sus dificultades de regulación emocional, la frustración de sus expectativas en el ámbito afectivo puede desencadenar una crisis. Estas se desarrollan en formas muy diversas y pueden incluir un bloqueo cognitivo y emocional, explosiones de ira, ideas de abatimiento y desesperanza, impulsos o actos de autolesión, de huida e ideación o conducta suicida.
Centralidad del amor
El dependiente emocional orbita en torno a su objeto de deseo; es el epicentro de su existencia, aquello que da sentido de su vida. No es siempre así en el caso del TLP, donde el amor puede pasar de ser un aspecto perentorio a uno secundario. La intensidad e inestabilidad afectiva en la dependencia emocional se restringe al ámbito de las relaciones de pareja. Sin embargo, en el TLP se extienden a otras parcelas como son la familia, las amistades o el trabajo.
Sumisión y subordinación
El dependiente se somete a su objeto de deseo desde el inicio de la relación. El funcionamiento puede ser parecido en el TLP en etapas iniciales del enamoramiento, no así en el desarrollo de la relación a medida que avanza la convivencia. La dinámica de poder cambia y las tornas fluctúan, alternándose comportamientos de sumisión con otros de control, desconfianza y demanda exacerbados o de desconexión y huida. En la relación, también se alternan estados de ingenuidad con otros de suspicacia extremas.
Necesidad de contacto continuado
El dependiente suele mostrar una demanda excesiva de contacto, lo que se traduce como un deseo de acceso constante. En el caso del TLP, estos episodios de demanda y entrega se pueden alternar con otros de autonomía y huida. La entrega excesiva muchas ocasiones será acompañada de un deseo de reciprocidad. En el TLP, la insatisfacción de unas expectativas excesivas puede ser interpretada como la antesala del abandono, provocando un gran malestar. Abundan los reproches de desatención, la territorialidad y los celos.
Idealización del otro
Como en un enamoramiento perpetuo, el dependiente sitúa su objeto de deseo en un altar. En el TLP, se da lo que Castello (2005) denomina “oscilación vinculatoria”, como un patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas que se caracterizada por la alternancia entre los extremos de idealización y devaluación del otro. Este fenómeno subyace en la en la intensidad con la que establecen y rompen sus lazos afectivos, transitando entre periodos de gran vinculación y otros de desafecto.
Estado anímico disfórico
El estado anímico de la persona dependiente está sujeto al desarrollo de la relación de pareja. Esta característica se ve exacerbada en el TLP donde los sentimientos de culpa, de abatimiento y/o vacío son más intensos y frecuentes. La impulsividad y déficit en la regulación emocional se sitúan tras la variabilidad en los estados anímicos.
Baja autoestima
En la dependencia emocional, la autoestima acostumbra a ser frágil, se vincula a la relación y varía en función de la imagen que recibe del otro. En el TLP, la variabilidad del autoconcepto y la sensación de vacío componen aspectos centrales, aunque no tienen por qué estar vinculados de manera rígida a la relación de pareja. La autoimagen es variable y mutan con facilidad de objetivos vitales, valores, aficiones, etc. Las dificultades con la propia identidad generan incertidumbre, perplejidad o conflicto en la percepción del yo.
Necesidad de aprobación externa
Existe una preocupación excesiva por ser validados por el otro. En el TLP, esta demanda de aprobación también puede ser trasladada a otras personas de círculos más o menos cercanos. Mosquera (2004) vincula la variabilidad de la autoimagen a esta necesidad de mirarse en los ojos del otro. Así, ante una crítica pueden sentir que su identidad se fragmenta o ante un halago pueden disparar su autoestima. Esta forma de percibirse conlleva cambios de humor y pensamientos ambivalentes y contradictorios sobre uno mismo y los demás.
Miedo excesivo al abandono
La posibilidad de ruptura y la anticipación de soledad acostumbra a venir acompañada de preocupación, celos, vigilancia o control. Sienten un intenso malestar ante la separación, en cierto sentido, viven con el temor a que el otro desaparezca, a ser abandonados. El miedo al abandono también supone un componente central en el TLP, la mera ausencia de contacto puede generar estados ansiosos, y éstos tienden a ser compensados con conductas hostiles, adictivas o incluso autolesivas.
Asimilación del otro
En el proceso de subordinación y dada la centralidad del amor, la persona con dependencia puede mimetizarse con su pareja. Se abandonan los espacios individuales se van conquistando los del otro. En el TLP, el vacío identitario subyace en muchas de sus manifestaciones. La dependía se exacerba y, en los casos más severos, su identidad se desdibuja, asimilando intereses, aficiones o valores anteriormente ajenos.
Resultado de todo lo anterior, convivir con una persona con TLP no es fácil. No olvidemos que no actúan de una forma maquiavélica y planeada, viven la relación como pueden hacerlo. El diagnóstico implica un estigma, y a pesar del sufrimiento ocasionado, son ellas y ellos los principales dolientes y perjudicados.
David Martín Escudero
Bornstein, R. F., Becker-Matero, N., Winarick, D. J., Reichman, A. L. (2010). Interpersonal dependency in borderline personality disorder: Clinical context and empirical evidence. Journal of Personalista Disorders, 24(1), 109 – 127.
Castelló, J. (2005). Dependencia emocional. Características y tratamiento. Madrid: Alianza Editorial.
Castelló, J. (2019): El miedo al rechazo en la dependencia emocional y el trastorno límite de personalidad. Alianza Editorial. Madrid.
Fonagy, P., Luyten, P. (2009). A developmental, mentalization-based approach to the understanding and treatment of borderline personality disorder. Development and Psychopathology, 21(4), 1355-1381.
Linehan, M. M. (1993). Manual de tratamiento de los Trastornos de Personalidad Límite. New York: The Guilford Press.
Mosquera, D. (2004): Diamantes en bruto I. Ed. Pléyades, S.A. Madrid.
Una respuesta a «Dependencia emocional en el TLP»
Estimado David,
Muy bueno tu Blog. Ha sido y es de mucha ayuda. Creo que seria muy util un post sobre cuales son los factores que generan un trastorno limite de personalidad.
Saludos,
Noel