En Esplendor en la Hierba (David Amram, 1961), Bud (Warren Beatty) y Dennie (Natalie Wood) son dos jóvenes que viven una historia de amor en la que ambos se necesitan. Sin embargo, tras muchos episodios de ternura y tensión sexual mal resuelta, Bud deja a Dennie por sus estudios en Yale. Dennie enferma y debe ser ingresada en una clínica psiquiátrica. No, Deniee no sabe cómo acabar con su dependencia emocional. La película es fantástica, aunque chirríe un poco su visión anacrónica del amor plagada de estereotipos moralizantes y conservadores. Y es que la dependencia emocional a menudo está enraizada en una conceptualización viejuna del amor romántico.
En consulta, acuden diferentes tipos de casos en los que encontramos signos de dependencia. Aquellas personas que desean desvincularse de una ‘relación tóxica’, pero tras varios intentos se sienten incapaces. O aquellos, que desean permanecer en su relación a toda costa, pero su voracidad afectiva genera tensión y conflictos con su pareja. En muchas ocasiones emerge como cuadro principal en la demanda del paciente, aunque en otras muchas, la dependencia aparece como síntoma periférico de algo más complejo.
Jorge Castelló (2000) define la dependencia emocional como un patrón persistente de necesidades afectivas y de comportamientos no adaptativos orientados a la satisfacción de dichas necesidades. No se trata de la típica fase de enamoramiento en la que se pierde la cabeza, se trata de un patrón continuado y recurrente en la forma de establecer y mantener relaciones afectivas. Modificar este patrón no es fácil, requiere implicación y esfuerzo.
El proceso psicoterapéutico debe centrar su atención en la exploración y análisis de las necesidades emocionales y afectivas, los medios en los que estás son satisfechas y las dinámicas de relación consecuentes. La persona dependiente debe tomar conciencia de la de la problemática y su impacto, identificando las conductas de sumisión y/o control y reevaluando sus fortaleces y debilidades. También deberá asumir responsabilidades, fomentar espacios individuales o relacionales al margen de su pareja y revisar sus creencias sobre el amor. A continuación, se describen los procesos más relevantes para superar la dependencia.
Deconstrucción de la victimización y la culpa
Es conveniente deconstruir el rol de víctima o de único culpable (cuando se dan) y entender la responsabilidad compartida de éxitos y fracasos afectivos. Asumir que se es parte activa en el curso de una relación nos hace conscientes de nuestra capacidad de impacto. Una toma de conciencia rica, elaborada y realista posibilita el cambio de aquellos aspectos que suponen barreras y facilita el proceso para iniciar y mantener relaciones más satisfactorias.
Aumentar la autonomía
El dependiente tiende a orbitar alrededor de su objeto de deseo. En la búsqueda de autonomía resulta clave prestar atención a los espacios individuales. Siempre teniendo en cuenta las circunstancias de cada caso y de manera progresiva, sin precipitarse, deben potenciarse intereses, actividades o relaciones ajenos a su relación de pareja. Es un buen momento para centrarse en el trabajo o formación, en cultivar relaciones familiares o de amistad, retomar o iniciar aficiones o actividades deportivas, etc. En los casos más severos, deben ponerse en marcha estrategias de afrontamiento adecuadas para las demandas del día a día.
Mitigar la idealización
La idealización del otro acostumbra a formar parte del enamoramiento. Más allá de esta etapa inicial, los miembros de la pareja tienden a establecer imágenes realistas del otro. Sin embargo, en muchos casos la persona dependiente acostumbra a mantener la idealización del objeto de deseo o de la propia relación. Es conveniente asumir un punto de vista realista sobre el otro/a, observando sus cualidades positivas y negativas. Debe aprenderse a amar desde el conocimiento y la aceptación, y no tanto desde la admiración.
Fomentar el apego desde la reciprocidad
El amor siempre implica una situación de vulnerabilidad compartida. Cuando existe un desequilibrio claro en cuanto a equidad, cuidado o atención, la relación constituye un foco de ansiedad para la parte más desfavorecida. La persona acostumbra a tolerar o, incluso a integrar, el malestar en su forma de querer. Se aprende a querer desde la distancia afectiva o desde el desequilibrio. La persona debe aprender a vincularse con aquellas personas que le ofrecen bienestar y cuidado, y a evitar apegarse a aquellas personas con las que no se siente querida o atendida.
Identificar las dinámicas relacionales de control y sumisión
Los aspectos anteriores subyacen a unas dinámicas relacionales descompensadas y complejas. Éstas no siempre responden a patrones de sumisión, también aparecen esquemas de territorialidad y control. Aunque varían en cada relación, es frecuente que se repitan. El análisis y entendimiento de las dinámicas en relaciones pasadas y/o presentes constituyen pasos necesarios para su cambio progresivo.
Revisar las creencias sobre el amor
El dependiente a menudo maneja un sistema de creencias y valores que dificultan el cambio. Aquí encontramos todos aquellos conceptos “románticos” que componen un crisol disfuncional del amor. Al fin y al cabo, el ideario colectivo está infestado de finales felices, amor verdadero, entregas absolutas, amores reñidos muy queridos, solterías amargas, medias naranjas y naranjas completas, princesas en apuros y caballeros salvadores, etc. Superar la dependencia implica que el propio sistema de creencias sea objeto de una revisión crítica. Aquellos aspectos que favorecen la dependencia deberán ser modulados hacia otros que favorezcan una mayor autonomía y mitiguen el miedo a la soledad.
Mejorar del autoconcepto y autoestima
Una autoestima frágil puede ser causa y producto de una relación dependiente. Un autoconcepto y autoestima bien estructurados, mejorarán nuestro estado anímico, sintiéndonos más autónomos y competentes. Consecuentemente, la persona tendrá una menor dependencia de aprobación externa, menor miedo a la soledad y una mayor capacidad para establecer relaciones saludables.
Mitigar el miedo al abandono
Para la persona dependiente, la relación de pareja constituye el eje de su existencia. La posibilidad de ruptura provoca auténtico pavor y cualquier conflicto o ausencia pueden ser interpretadas como antesala del abandono. Son comunes aquel “sin ti no soy nada”, “si me deja me muero” o “mi vida no tendría sentido”, etc. El miedo a la pérdida o la soledad subyace al frecuente control o celo. Asimismo, también está entreverado en las conductas de sumisión o en las dificultades para establecer límites en la relación. Para acabar con la dependencia emocional, la persona deberá aprender a convivir con la posibilidad de que la relación llegue a su término. En caso de ruptura, tras el duelo, la vida sigue.
David Martín Escudero