
La obsesión por el amor
El obsesivo, el dependiente, el celotípico, el erotomaníaco y el limerente rumian de forma constante sobre su objeto de deseo.
La dependencia emocional se define como un patrón persistente de necesidades emocionales insatisfechas que se intentan cubrir de una forma desadaptativa con otras personas (Castelló, 2000). Para el dependiente, el vínculo afectivo no parte desde el deseo, sino de la necesidad.
Es conveniente distinguir lo que comúnmente llamamos dependencia emocional del trastorno de personalidad por dependencia. El primero refiere a una forma de sentir y actuar en las relaciones afectivas que generalmente no incapacita a la persona en otros ámbitos de su vida. El segundo, el trastorno de personalidad dependiente, es una etiqueta diagnóstica, contemplada en el DSM-V, relativa a una necesidad patológica de cuidado y protección en contextos diversos (familiar, relacional, laboral o académico, etc.). En este caso, si existiría una falta de funcionalidad y autonomía en la persona en diferentes ámbitos.
La dependencia emocional se sustenta en un vacío afectivo y un sistema de creencias sobre las relaciones afectivas poco adaptativo, que genera malestar y sufrimiento. Aunque se da en ambos géneros, son mayormente ellas las que procuran apoyo psicológico. No se trata de un problema poco común. Existe consenso en que la dependencia emocional afectaría en diversos grados cerca del 10% de la población.
Algunos de los signos más frecuentes que encontramos en la persona con dependencia emocional son los siguientes:
Tras una valoración psicológica previa, la intervención terapéutica está dirigida a identificar aquellos aspectos que generan y mantienen las dinámicas relacionales de dependencia. Cada proceso terapéutico se adaptará las particularidades y demandas de cada caso. El objetivo del tratamiento se centra en superar la dependencia emocional. Por tanto se potencia la autonomía de forma que el bienestar y la felicidad no dependa de otra persona. Algunos aspectos a trabajar son:
El obsesivo, el dependiente, el celotípico, el erotomaníaco y el limerente rumian de forma constante sobre su objeto de deseo.
El miedo al abandono compone un aspecto nuclear en el trastorno límite de personalidad.
Dependencia emocional y Trastorno límite de personalidad (TLP) son términos que van ganando terreno en el ideario colectivo y que, a menudo, caminan de la mano.
En el TOC relacional la duda obsesiva recae sobre uno mismo, la relación o el otro. Se vigilan con fruición los propios sentimientos, se interpretan los del otro y se compara la propia relación con las ajenas.
Observamos que la dependencia emocional es más frecuente e intensa en la juventud, y tiende a matizarse en la edad adulta.
La limerencia constituye una forma de obsesión por el amor en la que se alimenta el vínculo afectivo bajo el onanismo del manido y perjudicial “el que la sigue la consigue”
La dependencia emocional no es una fase de enamoramiento en la que se pierde la cabeza, se trata de un patrón continuado y recurrente en la forma de establecer y mantener relaciones afectivas. Modificar este patrón no es fácil, requiere implicación y esfuerzo.
El TOC de amores o relacional, como tal, no tiene entidad diagnóstica, ni está reconocido por la comunidad clínica, ni por los principales manuales diagnósticos.
La dependencia emocional no es un estado de enamoramiento exacerbado, se trata de un patrón continuado y recurrente en la forma de establecer relaciones afectivas. En este patrón encontramos componentes emocionales, cognitivos y conductuales.
Bovarismo, resiliencia, oligofrenia, asertividad…
Cada vez es más frecuente escuchar términos procedentes de la psicología más tradicional en conversaciones cotidianas. A continuación, una primera entrega de un manual para unas cañas de alta exigencia intelectual.
A la hora de escribir sobre la dependencia emocional es conveniente comenzar distinguiendo este concepto
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