El TLP y el sentimiento de vacío

El sentimiento de Vacío en el TLP
Collage de Rayo Púrpura

Muchos y muchas hemos tenido esa amarga sensación de falta de sentido, de apatía, de vacío. Generalmente se trata de una sensación puntual, que se diluye con contacto social, actividades placenteras o el propio paso de los días. En el TLP, el sentimiento de vacío cobra otra dimensión.

El concepto de sentimiento de vacío es un constructo relativamente común en la población general. Para la mayoría, se produce de manera ocasional y refiere conceptos externos al sujeto relacionados con la pérdida, el futuro incierto y las relaciones afectivas. Se asocia a un estado anímico decaído, a la sensación de aislamiento o soledad o a la abulia o desinterés por lo cotidiano. También es común asociarlo al duelo, ya sea por la partida de un ser querido, una ruptura sentimental o incluso la pérdida de un empleo. En estos casos, el vacío sería producto de un cambio abrupto y formaría parte del proceso de adaptación a la nueva situación y a las dificultades para proyectarse en el futuro.

El Trastorno Límite

En el Trastorno Límite de Personalidad (TLP) la sensación de vacío presenta unas características diferentes, tanto cualitativamente como cuantitativamente. Por una parte, se trata de un sentimiento recurrente, que en algunos casos adquiere un carácter crónico. Además, lejos de referir aspectos externos a la persona, en los pacientes con TLP el sentimiento de vacío se relaciona con la propia identidad.

Los/as pacientes describen este sentimiento con angustia, y lo comparan con un agujero negro, un hueco en el estómago, con un pozo sin fondo; “no hay nada que me llene, no sé qué me gusta, no sé quién soy, todo me parece mentira, falso”. Una gran parte de estos/as pacientes sienten la premura de llenarlo, evitarlo o simplemente de acabar con esa sensación. Pueden hacerlo a través de otras personas, de comportamientos de riesgo, abuso de sustancias, del sexo, o a través de conductas autolesivas.

Existe un consenso general en que el TLP se sustenta en dos aspectos nucleares, dificultades de regulación emocional y déficit de control de impulsos.  Marsha Linehan (1993), una de las voces más respetadas en el tratamiento del TLP, da un paso más allá estableciendo cuatro formas de manifestaciones: desregulación emocional, desregulación interpersonal, desregulación del comportamiento y desregulación de la identidad. El sentimiento de vacío está íntimamente relacionado con estos cuatro aspectos, especialmente con el último, el relativo a la identidad.

Identidad y vacío

Russell Meares (2011) defiende que el sentimiento de vacío, la difusión de la identidad y el miedo al abandono se sitúan en el núcleo central del trastorno. Meares introduce el concepto “incoherencia personal dolorosa”, para referir el dolor psicológico y la fragmentación de la experiencia relativos a las dificultades identitarias de las personas con TLP. Este término tan preciso y específico en realidad comparte significado con lo que el paciente muchas veces llama “sentirse vacío”.    

En las personas con TLP, la identidad se compone de diferentes imágenes con escasa coherencia o cohesión, incluso contradictorias entre sí.  La sensación de vacío parte de un autoconcepto variable y sesgado. El paciente con TLP no está cómodo en su propia piel. Como auténticos camaleones, son muchos los intentos de ser el tipo de persona que desean ser. Como en el clásico de Woody Allen, Zelig (1983), cambian objetivos profesionales o personales y generan nuevos estilos de vida. En muchas ocasiones se sienten como actores imbuidos en un personaje. A pesar de que el cambio genera motivación, la insatisfacción o sensación de vacío acaba apareciendo.   

El vacío identitario también subyace a la voracidad afectiva, la codependencia o el miedo al abandono. Las personas con TLP presentan serias dificultades para estar solas y se acostumbran a embarcarse en relaciones de absoluta entrega. Cuando el afecto surge de la necesidad y no desde el deseo, cuando se necesita al otro para sentirse completo, su ausencia o posible abandono provoca pánico. La persona con TLP tiende a absorber, especialmente en el periodo inicial de la relación, la vida del otro. En los casos más severos, se adaptan a sus expectativas, transformándose en su pareja ideal. Intereses, aficiones y proyectos pueden ser adoptados como propios para pasar a diluirse en el desarrollo de la relación, cuando la angustia ante el vacío aparece de nuevo. 

La respuesta ante el vacío

El TLP implica sufrimiento, es frecuente que situaciones cotidianas o pequeños conflictos sean afrontados con dificultades. La mayoría de pacientes presentan una escasa tolerancia a la frustración y la soledad. La fragilidad de la identidad también está relacionada con el humor cambiante y los conflictos, ya que en situaciones de estrés esta parece alterarse o fragmentarse.

La mayoría de nosotros desplegamos comportamientos defensivos ante la amenaza. Sin embargo, en el TLP, cuando las cosas no funcionan se despliega armamento pesado. El paciente con TLP, cuando percibe atacado, desatendido o intuye el abandono, o bien cuando entra en conflicto consigo mismo y se siente carente de valor, puede asumir una personalidad agresiva, manipuladora, o incluso cruel. Posteriormente, también como proceso defensivo de la propia identidad, la persona puede ignorar o negar lo ocurrido, y reestablecer su ilusión por una vida anteriormente frustrante o su afecto por la persona anteriormente denostada.

Aquí entran en juego las estrategias de autoengaño como respuesta defensiva a la difusión de su identidad. Así, generan una autoimagen distorsionada, en la que mitigan sus dificultades y magnifican sus logros y virtudes. En algunos momentos, se presentan como pasionales, seguras, decididas, sensibles, vitales o espontaneas, en otros se muestran impulsivas, inseguras, inestables o irascibles.

En el tratamiento, es común que el paciente presente serias resistencias para aceptar la problemática. El proceso debe tener en cuenta el peso de la fragmentación de la identidad en la casuística del malestar y dificultades de adaptación. El enfoque psicoterapéutico debe contemplar entre sus objetivos el lograr un mayor autoconocimiento y aceptación de sí mismo, favoreciendo una identidad más rica y cohesiva. La conciencia del problema es clave para alcanzar resultados positivos.

David Martín Escudero

Linehan, M. M. (1993). Manual de tratamiento de los Trastornos de Personalidad Límite. New York: The Guilford Press.

Meares, R., Gerull, F., Stevenson, J., & Korner, A. (2011). Is self disturbance the core of borderline personality disorder? An outcome study of borderline personality factors. The Australian and New Zealand Journal of Psychiatry, 45(3), 214–222.

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