El trastorno de la personalidad obsesivo compulsivo (TPOC), también referido como trastorno de personalidad anancástica, se caracteriza por la presencia de un patrón de comportamiento riguroso, perfeccionista y obsesivo en la mayoría de las situaciones de la vida. Son personas con gran querencia al control y la anticipación (ya sea de una forma organizada o desorganizada) y con una escasa tolerancia a la incertidumbre. Así, tienden a ser inflexibles en sus actitudes, pensamientos y comportamientos. Son personas que tienden al perfeccionismo, a una adhesión a la normativa social y elevado sentido del respeto. No son rasgos negativos per se. Al fin y al cabo, la rectitud no implica una carencia. La problemática deriva de la falta de adaptación ante la ausencia de orden y estructura, y por tanto sufren ante un día a día ajeno a su control y con situaciones imprevistas o cambiantes.
Se trata de un trastorno de personalidad del clúster C, etiqueta que comparte con el trastorno de personalidad por evitación y el trastorno de la personalidad dependiente. Los rasgos prominentes del clúster C orbitan alrededor del temor, la rigidez y la ansiedad.
No existe un consenso sobre la prevalencia del trastorno, las estimaciones varían entre un 2,1% y un 7,9% de la población general. La mayoría de los estudios llevados a cabo sí coinciden en una mayor presencia entre hombres que en mujeres y su presentación clínica sería más exacerbada entre los 40 y 50 años de edad (DSM 5, 2023).
La personalidad anancástica
El término “personalidad anancástica” fue acuñado por primera vez por el psiquiatra alemán Emil Kraepelin a finales del siglo XIX para describir un tipo de personalidad propensa a desarrollar trastornos obsesivo-compulsivos. El término ha evolucionado a lo largo del tiempo hasta la concepción actual, como un patrón de pensamiento y comportamiento caracterizado por la rigidez, el perfeccionismo y la querencia al control.
Es importante diferenciar el rasgo del trastorno. Todas y todos podemos ser rígidos, obstinados, podemos obsesionarnos o sentir una escasísima tolerancia a la incertidumbre. Padecer un trastorno implica ir unos cuantos pueblos más allá. Un trastorno de la personalidad emerge de la prominencia, el desequilibrio, la rigidez y la cronificación de una serie de rasgos que deterioran el funcionamiento de la persona que lo padece.
¿Cómo es una persona con TPOC?
Como mencionaba anteriormente, el individuo que padece un TPOC presenta un patrón inflexible de pensamientos y comportamientos caracterizado por una rigidez e inflexibilidad exacerbada, además de una preocupación excesiva en las reglas, el orden y el control.
En el trabajo, son renuentes a delegar o confiar en los demás para el desarrollo de tareas que emergen de una responsabilidad compartida. Respetan las normas, procedimientos y horarios laborales, acostumbran a insistir en que todo se haga de una manera específica. Pueden trabajar en exceso, aunque su motivación no tiene por qué estar relacionada con lo económico.
La querencia al control se manifiesta en su atención al detalle, al procedimiento o las normas. No tienen por qué ser trabajadores particularmente eficientes, pueden perderse en el procedimiento y la comprobación. Una vez iniciada una tarea, puede aparecer la duda obsesiva. Es decir, el perfeccionismo puede boicotear su desempeño por no alcanzar su estándar de calidad o retrasar indefinidamente su finalización.
No todo es trabajo, una persona con TPOC puede pasar horas centrada en tareas domésticas, para que su casa para que esté perfectamente limpia y ordenada. Abrumada ante el desorden, puede organizar y reorganizar constantemente las cosas para asegurarse de que todo esté en su lugar «correcto».
Amantes de los principios y las normas, son personas reacias a la improvisación. Pocas veces sueltan su melena y son autoconscientes y críticos con uno mismo y con los otros. Casi nunca se relajan y divierten, y jamás son el alma de la fiesta y el despiporre. El tiempo libre y las relaciones pueden ocupar un lugar secundario. El ocio, cuando se produce, suele desarrollarse de forma organizada y orientada a metas (deportes, coleccionismo, etc).
A veces vistos como “viejóvenes”, son muy dados al dicho “los experimentos con casera”. Huyen de la espontaneidad y el cambio, y son reacios a las modernidades. El día a día tiende a regirse por una rutina que ofrece sensación de bienestar. Desviarse de la misma por motivos ajenos a su control pude provocar angustia. Aplican los principios morales rígidos para ellos mismos y para los demás y son severamente autocríticos. Son rígidamente deferentes a las autoridades e insisten en el cumplimiento exacto de las normas, sin excepciones por circunstancias atenuantes.
En el ámbito afectivo, el control y la exigencia impactan en su relación con pareja, familiares y amistades. Pueden dudar de manera obsesiva sobre su afecto hacia su pareja, o sobre la idoneidad de su pareja. Tienden a relacionarse con el otro de manera formal. Son muy conscientes de las consecuencias de sus acciones y a menudo se muestran como personas introvertidas. Acostumbran a manifestarse solo después de haber pensado o ensayado mentalmente su discurso. La expresión de afecto también puede estar estrechamente controlada.
A menudo son percibidas como tacañas, no porque tengan problemas económicos o por egoísmo. Soltar la mosca resulta duro ante el temor de que las cosas se tuerzan y puedan necesitar recursos en el futuro. De igual forma, tienden a acumular o sufren al desprenderse de objetos aparentemente inservibles ante la creencia de que pueden ser útiles más adelante.
Diagnóstico del trastorno obsesivo compulsivo de la personalidad
El DSM-5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, quinta edición) refiere el trastorno como un patrón persistente de preocupación por el orden, perfeccionismo y control de sí mismo, los demás y otras situaciones. Para su diagnóstico deben darse de manera consistente desde la juventud al menos cuatro de los siguientes elementos:
- Preocupación por los detalles, reglas, horarios, organización y listados.
- Un esfuerzo por hacer algo a la perfección, que interfiere con la finalización de la tarea.
- Devoción excesiva al trabajo y productividad (no debido a necesidad financiera), lo que resulta en el abandono de las actividades recreativas y los amigos.
- Escrupulosidad excesiva, meticulosidad e inflexibilidad con respecto a las cuestiones y los valores éticos y morales.
- Falta de voluntad para tirar objetos desgastados o inútiles, incluso los que no tienen valor sentimental.
- Renuencia a delegar o trabajar con otras personas a menos que esas personas estén de acuerdo en hacer las cosas exactamente como los pacientes quieren.
- Un planteamiento mezquino al tener que gastar dinero para ellos mismos y otros porque ven el dinero como algo que debe guardarse para futuros desastres.
- Presencia de rigidez y obstinación.
Diagnóstico diferencial del trastorno de la personalidad obsesivo compulsivo
El TPOC se confunde a menudo con el trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Es cierto que su manifestación presenta muchas similitudes. Sin embargo, son trastornos con una naturaleza muy diferente. Mientras que el TOC es considerado un trastorno obsesivo que se manifiesta en el propio ámbito de la obsesión, el TPOC es un trastorno de la personalidad que impacta de manera transversal a cada parcela de la vida de la persona que lo padece; es decir, la forma en que una persona piensa, siente y se comporta en cada ámbito de su vida.
El TOC se caracteriza por la presencia de pensamientos intrusivos persistentes que producen malestar y conductas repetitivas denominadas compulsiones dirigidas a reducir la ansiedad asociada. Mientras que el TOC normalmente presenta una naturaleza egodistónica, es decir, la persona es consciente de que sus pensamientos y conductas son irracionales o desproporcionados. El TPOC por el contrario, acostumbra a presentar una naturaleza egosintónica; es decir, la conducta, emoción y pensamiento de la persona es aceptable y compatible con su sentido de sí mismo.
Otra etiqueta diagnóstica que a menudo lleva a error es el trastorno de personalidad por evitación. En ambos, existe una presencia de aislamiento social y una dificultad para la relación con el otro. En los pacientes con TPOC, el aislamiento se cimienta en la priorización del trabajo y las actividades regladas. En el caso del trastorno evitativo, las personas tienden a considerarse socialmente ineptas o poco atractivas y viven con ansiedad una actividad social restringida por un gran temor al rechazo o la valoración negativa.
También es el caso del trastorno de personalidad esquizoide. Ambos trastornos de se caracterizan por una formalidad aparente en las relaciones interpersonales. Sin embargo, subyacen realidades diferentes: una dificultad inherente para el apego y la intimidad en los pacientes con trastorno de personalidad esquizoide, y una formalidad y querencia al control excesivas en el caso de los pacientes con TPOC.
¿Cómo se orienta el tratamiento del TPOC?
Las personas con TPOC a menudo acuden a psicoterapia ante síntomas de ansiedad o depresión. Una vez se mitigan los síntomas ansiosos o afectivos, el tratamiento psicológico se orienta a la modulación de aquellos rasgos problemáticos. El objetivo no será la ‘curación’ sino un mejor funcionamiento social y afectivo, y una mayor flexibilidad frente a las exigencias cotidianas. No se trata de convertirse en un adalid de la espontaneidad y la improvisación, sino en modular aquellos rasgos (ej. querencia al control, rigidez, perfeccionismo etc.) que por su prominencia no son adaptativos. La identificación, exploración y análisis de esquemas de conducta, cognición o emoción, desde la experiencia presente, serán clave en el tratamiento.
Cuando el psicólogo/a identifica el trastorno, las alternativas más eficaces son las psicoterapias de corte cognitivo y ‘terapias de tercera generación’. En este grupo encontramos la terapia de aceptación y compromiso (ACT). Mientras la terapia cognitivo-conductual tradicional se centra en conseguir la resolución de problemas psicológicos a través del cambio comportamental, estos enfoques ponen el énfasis en la comprensión, aceptación y validación como punto de partida para conseguir el cambio.
David Martín Escudero