Folie à deux: cuando la psicosis es compartida

Folie a deux
Collage de Aurora Duque de la Torre

En Criaturas Celestiales (Peter Jackson, 1994), unas jovencísimas Melanie Lynskey y Kate Winslet encarnan a Pauline y Juliet, dos pizpiretas adolescentes que generan un mundo propio en el que viven una apasionada relación. Su paracosmos imaginario transcurre en Borovnia, un reino ficticio donde la pareja protagoniza numerosas aventuras. Incomprendidas por sus progenitores y sintiendo amenazada su relación, ambas planean y ejecutan el asesinato de Honora, madre de Pauline.

La trama está basada en hechos reales que acontecieron en Nueva Zelanda en 1954. Pauline Parker y Juliet Hulme destrozaban el cráneo de Honora Parker con un ladrillo enfundado en una media. Ambas admitieron su culpabilidad. En el proceso judicial, fueron examinadas por un psiquiatra que diagnosticó folie à deux. Demasiado jóvenes para la horca, fueron separadas y aisladas en sendos confinamientos. Tras cinco años de prisión en los que no recibieron ningún tipo de tratamiento psiquiátrico, Pauline se arrojó en brazos del catolicismo y Juliete regresó a su Inglaterra natal, donde se casó y desarrolló una fructífera carrera como escritora de novelas de misterio.

Folie à deux

La folie à deux, también conocida como trastorno por ideas delirantes inducidas o psicosis compartida, es una condición psicológica poco frecuente y se caracteriza por la presencia de ideas delirantes en dos o más personas. En 1877, los psiquiatras franceses Jean-Pierre Falret y Jules Gabriel Lasegue introducen el término para describir la transmisión de una idea delirante entre personas muy cercanas.

Falret y Lasegue introducen tres condiciones clave que, sorprendentemente, siguen vigentes hoy en día. La primera establece el rol dominante de un individuo, que genera el delirio, y lo transmite de manera progresiva al otro. La percepción distorsionada se transmite como un virus. El delirante activo presenta una personalidad dominante o una mayor capacidad intelectual, mientras que el elemento pasivo tendería a una mayor docilidad o una menor inteligencia.  

En segundo lugar, para que la transmisión tenga lugar, ambos deben estar aislados del entorno. Es común que compartan vínculos familiares y medio de vida. La idea delirante es generada por uno de los miembros y sólo se asienta en un contexto en el que no existen referentes que refuten su credibilidad.

Por último, la idea delirante debe tener cierta verisimilitud, debe ser creíble. La ideación paranoide con tintes persecutorios suele ser la más común. En este caso, el sujeto activo creería firmemente que alguien del entorno planea hacerles daño o les observa con motivos espurios.

En la intervención terapéutica, es importante identificar quién en la relación padece la psicosis primaria y separar a los pacientes. Cuando se aíslan, las ideas delirantes tienden a diluirse en el paciente pasivo, mientras que se mantienen en el activo.

Las hermanas Papin

Las hermanas Papin protagonizaron uno de los casos más célebres de Folie à deux. Christine y Léa, de 28 y 21 años, trabajaban desde hacía años como criadas en la ciudad francesa de Le Mans. Anteriormente conocidas en el vecindario como las “perlas de los Lancelin”, eran excelentes trabajadoras, la envida de la burguesía colindante. Extremadamente introvertidas, no se relacionaban con su entorno y pasaban su escaso tiempo libre solas, juntas en su habitación, sin ningún otro interés particular.

Todo ocurre el 2 de febrero de 1933. El detonante es un problema con la instalación eléctrica de la casa, al parecer provocado por un error de las hermanas. Cuando regresan madre e hija, estas recriminan lo ocurrido a las sirvientas. Christine y Léa Papin reaccionan atacando a sus matronas, les arrancan los ojos de las órbitas con sus propias manos y se ensañan con los cuerpos, los golpean y acuchillan durante una hora. Finalmente, se lavan y se acuestan desnudas en la misma cama. Así las encontraría la policía.

El crimen tendría una gran repercusión social. Gaëtan Gatian de Clérambault, Jaques Lacan, Jean-Paul Sartre o Simone de Beauvoir teorizarían sobre los entresijos del crimen. Años más tarde, Jean Genet escribiría su aclamada obra Las Criadas (1947) basándose en los hechos.

De Clérambault, célebre por el síndrome erotomaníaco que lleva su nombre, afirmaría que se dan las tres condiciones típicas de la folie à deux anteriormente descritas. El psiquiatra haría énfasis en que no se transmite la condición psicopatológica, sino simplemente el deliro. En este caso, el sujeto primario y quien padece el trastorno psicótico sería Christine. La cual, tras su separación, padecería episodios alucinatorios en los que creía ver a su hermana conviviendo con ella en su celda.

En su texto “Motivos del crimen paranoico” (1933), Lacan se alejaría de la hipótesis anterior y argumentaría la simultaneidad de la enajenación en el propio acto criminal. Ejemplificaría el pasaje con el mecanismo de un espejo: la madre e hija representarían a las dos hermanas que, al ejecutar a sus matronas motivadas por mecanismos de culpa y vergüenza, matan su propia imagen en el espejo. Es por ello por lo que arrancarían los ojos, para eliminar su reflejo en la mirada de sus víctimas.

Sartre y de Beauvoir enfatizarían en la tensión provocada por una relación de servilismo y desequilibrio social. Se trataría de un crimen de clases y resultado de una dinámica de poder vejatoria para las criadas.

Durante el juicio, la fiscalía cimentó su alegato en la imagen de dos perras rabiosas que muerden la mano del amo que ofrece cuidado y manutención. La defensa argumentó con base a la condición psiquiátrica de las acusadas. Las hermanas tenían antecedentes de enfermedad mental grave en la familia. Habían sido abandonadas y trabajan en condiciones precarias desde su infancia. Fueron sentenciadas a pena de muerte conmutada por reclusión en un manicomio a Christine, y diez años de prisión a Léa. Las hermanas permanecieron silentes e inmutables durante el proceso judicial. Ya internada, Christine mostró síntomas de esquizofrenia, se negó a comer y murió de inanición. Léa cumplió su condena y salió de la cárcel 10 años después. Vivió una vida tranquila y murió a los 70 años.  

Puerto Hurraco y el clan de los Izquierdo

En España, aquellos con edad suficiente para haber vivido la EGB, recordamos el crimen de Puerto Hurraco. Fue un caluroso 23 de agosto, en 1990, los hermanos Emilio y Antonio Izquierdo asesinaron a tiros a nueve personas e hirieron a otras doce. Se trata del caso más celebre de folie à deux en territorio patrio.

Los hermanos Izquierdo vivían en una austeridad absoluta, aislados en un mundo miserable plagado de rencores atávicos. Luciana era el miembro dominante, el resto, Ángela, Emilio y Antonio eran obedientes y sumisos. En esta amalgama de introversión, se maceró durante años el odio a los Cabanillas, a los que culpaban de provocar un incendio donde murió su madre años atrás.

Años más tarde, Ray Loriga guionizó la trama en el Séptimo Día, película que dirigió Carlos Saura (2004). Victoria Abril encarna a la mayor de las hermanas, la que induce al grupo un torbellino de ideas delirantes que resulta en este crimen lorquiano.

En el juicio, los hermanos fueron condenados a 344 años prisión. Las hermanas, aunque consideradas instigadoras del crimen, fueron exculpadas al no encontrar pruebas de su implicación directa. Ambas ingresarían en un psiquiátrico en Mérida donde pasarían el resto de su vida.

David Martín Escudero

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