En ‘Él me ama … Él no me ama’, en francés ‘À la folie… pas du tout’ (Laetitia Colombani, 2002), una lánguida Audrey Tautou interpreta a Angélique, una atractiva estudiante de arte en una intensa historia de amor con un cardiólogo casado. La joven vive una tensa espera convencida de que su objeto de deseo dejará a su esposa. A lo largo de la película descubrimos de que se trata de un romance ficticio, una suerte de amor psicótico. El cardiólogo está felizmente casado y Angelique padece una enfermedad mental, erotomanía o síndrome de Clerambault.
La erotomanía, o Síndrome de Clérambault, fue descrita por primera vez en 1921 por el psiquiatra francés Gäetan Gatian de Clérambault y consiste en un delirio cuya temática se centra en la existencia de una persona amada. En la actualidad, el síndrome está contemplado por los principales manuales diagnósticos como un subtipo de trastorno delirante. El delirio, romántico y obsesivo, gira en torno al enamoramiento del paciente y su objeto de deseo, aunque estos apenas hayan coincidido en la vida real.
Inicialmente este tipo de delirio romántico se consideró una dolencia exclusivamente femenina. A medida que avanzan sociedad e investigación (y se mitiga el sesgo sexista) se observan casos clínicos masculinos. Hoy en día, en la investigación forense y judicial existe una clara mayoría de expedientes protagonizados por hombres. A pesar de su baja prevalencia, la erotomanía ha sido tratada por el cine, las omnipresentes series, la literatura e incluso las páginas del papel couché.
El delirio romántico
El paciente tiende a componer una historia de amor con retales inconexos. Un aspecto particular consiste en como muchas veces el paciente explica la reciprocidad de su objeto de deseo. La supuesta forma de comunicación se produce a través de pequeños gestos privados, que el paciente reconoce e identifica como dirigidos exclusivamente a él o ella.
En la erotomanía, como en un caso extremo de limerencia o dependencia emocional psicótica, el sujeto presenta una preocupación exacerbada y persistente por la persona amada, que acaba por extinguir el interés por otros aspectos vitales, y que frecuentemente acaba derivando en persecución o acoso. Por lo general, la persona amada pertenece a un estatus social superior al paciente, ya sea en su entorno inmediato o completamente ajeno.
En la novela ‘Amor perdurable’ (1997), el británico Ian McEwan narra como Jed Parry, un fanático religioso, se enamora y persigue al protagonista de la historia, Joe, un escritor de artículos científicos felizmente casado. La novela incluye un apéndice donde se recoge un artículo escrito por el psicólogo responsable del tratamiento de Jed Parry y supuestamente publicado en la Revista Británica de Psiquiatría. En realidad, se trata de un caso ficticio, un eficaz e interesantísimo recurso literario utilizado por el autor. De este apéndice extraemos el siguiente párrafo:
«En uno de sus primeros y más famosos casos, Clérambault describió a una francesa de cincuenta y tres años que creía que el rey Jorge V estaba enamorado de ella. Lo persiguió con insistencia a partir de 1918, realizando varios viajes a Inglaterra. Solía esperarlo frente al Palacio de Buckingham. Solía esperarlo frente al Palacio de Buckingham. Una vez vio que en una de las ventanas del palacio se movía una cortina e interpretó este hecho como una señal del rey. Afirmaba que todos los londinenses conocían su amor por ella, pero alegaba que él le había impedido encontrar alojamiento en Londres, anulando sus reservas de hotel, y que era responsable de la pérdida de su equipaje, que contenía dinero y retratos suyos (…)”
Erotomanía y acoso
En los casos más severos, el sujeto acompaña su ideación romántica con agresividad hacia cualquier obstáculo que se interponga en su aventura amorosa. Pareja, familiares o incluso el propio objeto de deseo pueden ser agredidos ante la frustración.
En la televisión hemos disfrutado con Morello, una de las mujeres más entrañables (con permiso de ‘Crazy Eyes’) de la serie ‘Orange is the new black’ (Jenji Kohan, 2013-2019). La reclusa es presentada como una chica dulce y pizpireta que planea incesantemente su boda con Christopher, su apuesto prometido. Curiosamente, éste nunca aparece en las visitas penitenciarias. A lo largo de la serie, seremos conscientes de que Morello está en prisión tras haber acosado y agredido a su amado y su pareja.
Es frecuente que se elija a famosos, como actores o actrices, deportistas músicos o intelectuales. Mónica Seles vio truncada su carrera deportiva antes de cumplir 20 años. En un partido, un Günter Parche, un aficionado obsesionado con Steffi Graf, apuñaló a la tenista por la espalda. Pretendía que su objeto de deseo recuperase el primer lugar en el ranking WITA. Y lo consiguió, Seles estuvo dos años apartada de las pistas. En su retorno no pudo superar las secuelas físicas y psicológicas. Parche fue internado y cumplió un régimen de libertad condicional con tratamiento psicológico.
Jennifer Lawrence, Sandra Bullock, Jennifer Lopez o Alec Baldwin son otros de los que han sufrido el acoso psicótico de seguidores obsesionados. Sin embargo, el caso más célebre de erotomanía en las últimas décadas fue el de John Hinckley. Su delirio obsesivo se centró en una jovencísima Jodie Foster tras su salto a la fama en ‘Taxi Driver’ (Martin Scorsese, 1976). En su carrera erotómana llego al magnicidio fallido de Ronald Reagan en 1981. Hinckley había llamado insistentemente y enviado numerosas cartas a la actriz. La retorcida motivación para intentar el asesinato era ganar notoriedad y así llamar la atención de su amada. En la habitación del hotel de Hinckley se halló una nota manuscrita dirigida a Jodie. Estos son algunos fragmentos:
«Querida Jodie: es muy posible que yo muera al intentar alcanzar a Reagan. Por esta razón precisamente te escribo ahora esta carta. Como bien sabes, te amo muchísimo. Durante los últimos siete meses te he dirigido docenas de poemas, cartas y mensajes en la débil esperanza de que te interesaras por mí. Aunque hemos hablado por teléfono un par de veces, nunca tuve la valentía de simplemente acercarme y presentarme. (…) Soy feliz de que al menos conozcas mi nombre y lo que siento por ti. Y dando vueltas cerca de tu dormitorio he acabado por darme cuenta que estoy en más de una de tus conversaciones, por ridículo que esto sea. Sabes al menos que te querré siempre. (…) Reconozco que la única razón por la que voy a ejecutar mi proyecto es que no puedo esperar más para causarte una gran impresión. Debo hacer ahora algo que te haga comprender claramente que todo lo hago por ti. (…) Jodie, te pido, por favor, que examines el fondo de tu corazón y me des al menos la oportunidad de conseguir por este acto histórico tu respeto y tu amor. Te amo para siempre.»
John Hinckley
David Martín Escudero