El trastorno esquizotípico de la personalidad

trastorno esquizotípico
Foto de Alex Iby

A M. le gusta definirse como una persona intuitiva y espiritual. Los otros le ven como un tipo particular, bastante introvertido, incluso huraño, y solitario. Siempre se ha sentido un verso suelto, a veces atrapado en una realidad que no acaba de comprender. Hace tiempo que busca empleo. No sabe muy bien por qué, pero no supera los procesos de selección. Últimamente no sale apenas de casa. Se siente abatido y deprimido. A menudo piensa que un excompañero de trabajo al que detesta le ha echado mal de ojo. Animado por su familia y su médico de cabecera, acudió al psiquiatra de la seguridad social, en el informe ha leído el término trastorno esquizotípico de la personalidad.

Un trastorno de la personalidad se caracteriza por un patrón consistente y prolongado de comportamiento, emociones y pensamientos muy diferente a las expectativas del contexto cultural del individuo. En el caso del trastorno esquizotípico de la personalidad, el malestar se sustenta en las dificultades de interacción en el ámbito social y a la tendencia a la distorsión cognitiva y/o perceptiva.

Son personas introvertidas y solitarias, con escasa vida social y dificultades para establecer relaciones cercanas. No se sienten bien en el grupo y se muestran ansiosos ante los demás. Se sienten diferentes y temen ser rechazadas en su entorno social. Pueden sentirse seguros con personas muy cercanas y, cuando establecen relaciones de pareja, tienden a aferrarse al otro en dinámicas de codependencia.

El habla, la expresión y/o la comunicación gestual suelen ser particulares. El lenguaje es extraño, por su abstracción, elaboración o limitación excesivas. Tienen dificultades con el contacto visual directo y se muestran rígidos o parcos en su comunicación no verbal.

Tienden al pensamiento mágico y a explicar el mundo de manera autorreferencial. Es decir, algunos sucesos cotidianos son entendidos como si fuesen dirigidos a ellos mismos. Ya sea manera positiva o negativa, acostumbran a percibir señales de que el universo conspira a su favor o en su contra. A menudo creen haber vivido experiencias paranormales o poseer capacidades extrasensoriales. Su forma particular de construir el mundo dificulta su comprensión e interacción con el entorno. 

A diferencia del trastorno paranoide, no siempre barruntan críticas o conspiraciones. Tampoco llegan al delirio psicótico, no se generan relatos rígidos y desconectados de la realidad, más bien tienden a interpretar de una manera alternativa los hechos.

Se trata de un aspecto peliagudo, al fin y al cabo, podríamos acabar rechazando aquello que no concuerda con una explicación racional. No olvidemos que ser particular o excéntrico jamás tendrá un carácter patológico si no genera de manera consistente malestar psicológico. 

Se estima una prevalencia cercana al 3% de la población, siendo más frecuente el diagnóstico entre los hombres. En la casuística tienen peso tanto factores biológicos como ambientales. Se trata de un trastorno más común entre familiares de primer grado de personas con esquizofrenia u otro trastorno psicótico y se considera que la personalidad esquizotípica compone un factor de riesgo para sufrir este tipo de trastornos. 

Diagnóstico del trastorno esquizotípico de la personalidad

El DSM-5 incluye este trastorno en el clúster A (junto con el paranoide y el esquizoide) y lo define como un (i) patrón persistente de malestar intenso con las relaciones cercanas y disminución de la capacidad de entablar este tipo de relaciones y (ii) distorsiones cognitivas o perceptivas y excentricidades de la conducta. Dicho patrón se caracteriza por la presencia de al menos 5 de los siguientes criterios:

  • Ideas autorreferenciales (creencia de que los sucesos cotidianos tienen un significado o una relevancia especial destinados o dirigidos personalmente contra el paciente) pero no ideas delirantes de referencia (que son similares pero que se sostienen con mayor convicción).
  • Creencias raras o pensamiento mágico (p. ej., creer en la clarividencia, la telepatía, o un sexto sentido; estar preocupado por los fenómenos paranormales).
  • Experiencias perceptivas inusuales (p. ej., escuchar una voz susurrando su nombre).
  • Pensamiento y habla extraños (p. ej., que es vago, metafórico, excesivamente elaborado o estereotipado).
  • Sospechas o pensamientos paranoides.
  • Efecto incongruente o limitado.
  • Comportamiento y/o apariencia rara, excéntrica o peculiar.
  • Falta de amigos cercanos o confidentes, a excepción de los parientes de primer grado.
  • Ansiedad social excesiva que no disminuye con la familiaridad y se relaciona principalmente con temores paranoides.

Tratamiento del trastorno esquizotípico de la personalidad

Generalmente, este tipo de paciente acude a terapia aduciendo problemas de ansiedad o depresión, y no tanto por la particularidad de su personalidad. El enfoque del tratamiento del trastorno esquizotípico debe adecuarse a sus necesidades y demandas, y debe huir de la negación de la experiencia del paciente. Al igual que en otros desórdenes de la personalidad, no es pertinente hablar en términos de ‘curación’ sino de una mejor adaptación al contexto y a las exigencias cotidianas.

Son pacientes particulares, con su propia visión del mundo. La realidad compartida responde a un proceso de construcción colectivo. Sin embargo, existe una realidad subjetiva e individual que se edifica sobre un proceso íntimo y personal. Las experiencias individuales no deben ser descartadas o denostadas. El psicólogo, o cualquier otro individuo, no gestiona el monopolio de lo real, y no debe situarse en una posición de autoridad que valide o no lo que la persona ha percibido o sentido. El respeto debe ser una máxima durante todo el proceso terapéutico. Debe ser el paciente quien acepte o descarte las experiencias en función de su utilidad e impacto. El psicólogo debe actuar como guía en dicho proceso. 

El célebre psicoanalista Erickson introdujo el término “espejar” para describir el proceso en el que el psicólogo se sitúa como cómplice en la percepción del paciente para facilitar su análisis y exploración.  La persuasión no partiría de la negación de la realidad de la experiencia, sino del análisis del discurso del paciente entendiendo y participando en su propia realidad. 

El psicoterapeuta no debe percibirse a sí mismo como portador de la verdad única y deberá ser flexible a la hora de considerar la realidad de su cliente. Bajo esta perspectiva, el psicólogo debe ser “humilde”, siendo cauto a la hora de asumir de antemano lo que es mejor o peor para el paciente, respetando su forma particular de dar coherencia a su experiencia y sus vivencias.

La orientación con mejores resultados es la de tipo cognitivo, en concreto algunas de las ‘terapias de tercera generación’. En este grupo encontramos la terapia de aceptación y compromiso (ACT). Mientras la terapia cognitivo-conductual clásica está orientada a la resolución de problemas psicológicos a través del cambio comportamental, estos enfoques ponen el énfasis en la comprensión, aceptación y validación como puntos de partida. 

David Martín Escudero

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