Deporte y psicoterapia

Deporte y psicoterapia
Imagen de María Lelyuk

Septiembre, ese mes de buenos propósitos e inicio de una vida más saludable. Muchos de nosotros pensamos en comer más sano, tratar mejor a quien queremos, leer más, aprender a hacer algo, ver menos televisión o hacer más ejercicio físico.

Hacer deporte, además de mejoras en nuestra salud física, trae consigo una serie de efectos positivos en nuestro bienestar psicológico. Cada vez más, el psicólogo/a recomienda introducir la actividad física entre las tareas que el paciente se lleva a casa después de la sesión terapéutica.

El ejercicio físico tiene un impacto positivo sobre nuestro estado anímico y ayuda a regular los estados de ansiedad, mejora la calidad del sueño, las competencias cognitivas, incrementa la autoeficacia percibida y percepción de logro. También afecta positivamente a la autoestima, ya que trae una mejora de la percepción de la imagen corporal, constituye un espacio de distracción de nuestras preocupaciones y una oportunidad de socialización.

La actividad física es estupenda y lo sabemos, sin embargo, introducirla y mantenerla en el día a día puede resultar una tarea titánica. Especialmente, cuando no estamos en nuestro mejor momento.

Pongamos un ejemplo inspirado en una posible demanda de atención psicológica. Sería el caso de Juana (caso ficticio), una mujer de 45 años, que presenta una depresión severa.

“Juana presenta problemas de comunicación y asertividad, creo que no consigue defender sus derechos y necesidades en su entorno laboral y tampoco logra poner límites a su hija adolescente. Tiene una escasa red social (se relaciona con su vecina y familiares). La paciente presenta un problema de sobrepeso (pesa 89 Kg y mide 1,65). Cuando se siente más ansiosa por algún conflicto personal o laboral, tiende a darse atracones de comida, después de los cuales se siente terriblemente culpable y piensa que ella realmente no vale para nada. Se siente a disgusto con su imagen corporal, lo cual afecta a sus relaciones sociales, teme que la vayan a criticar por su aspecto físico y no le gusta mirarse al espejo.”

Los párrafos a continuación describen brevemente una forma en la que podríamos introducir el ejercicio físico en el caso de que se acordase el mismo como un complemento adecuado a la psicoterapia. No se trata de un proceso rígido o un método cerrado, la intervención siempre se adaptará a las características, motivación, capacidades y necesidades de cada paciente.

La estrategia de motivación que planteamos se basa en el Modelo Transteórico (MT) del cambio de comportamiento (Prochaska y Diclemente, 1989). Dicho modelo está fundamentado en la premisa de que el cambio de comportamiento sigue un proceso que supone un recorrido con una serie de fases o estadios (pre-contemplación, contemplación, preparación, acción y mantenimiento). El MT, aplicado a la promoción del ejercicio físico y al igual que otros modelos teóricos que explican el inicio de las conductas de salud presta especial atención a la percepción de autoeficacia y análisis de pros/contras.

La estrategia propuesta se articularía en tres fases, una primera ligada al trabajo de expectativas y vencimiento de resistencias, una segunda relativa al inicio y consolidación de la práctica y una tercera orientada a la adherencia al ejercicio físico y sostenibilidad de los logros.

(i) En la primera fase (pre-contemplación y contemplación), a través de psicoeducación, deben trabajarse las expectativas de mejora de la paciente haciendo énfasis en las ventajas del ejercicio físico. Sólo pasaremos a la siguiente fase si Juana está realmente motivada para el inicio de la tarea.

(ii) En una segunda fase (preparación), una vez Juana esté convencida de las ventajas del ejercicio físico, Juana deberá establecer unos objetivos realistas con una serie de prácticas adecuadas a su condición física, motivación y disponibilidad. Inicialmente y de forma conjunta se valorarían las necesidades, expectativas y motivación de la paciente para seleccionar una práctica adecuada. Dado que lleva una vida sedentaria, es conveniente solicitar un chequeo médico previo para valorar las posibles contraindicaciones y adaptar el tipo, intensidad y frecuencia.
La actividad física, especialmente al inicio, debe favorecer la percepción de competencia de Juana y no debe provocar ansiedad social. Inicialmente puede determinarse una actividad individual (o acompañada por alguien de confianza) de tipo aeróbico (ej., caminar rápido) para progresivamente ser combinadas con actividades grupales que combinen actividad aeróbica y anaeróbica (ej., pilates, danza, aerobic). También puede ser interesante combinar las actividades previas con otras actividades que favorezcan la tonificación muscular y relajación (ej., yoga).

(iii) En la tercera fase (acción), debemos continuar con el análisis de costes-beneficios con el consiguiente ajuste de expectativas, debe anticiparse y trabajarse la posible ansiedad de tipo social, percepción de incompetencia al iniciar nuevos ejercicios y las posibles resistencias. Debemos hacer énfasis en los efectos positivos: la pérdida de peso, mejora de percepción de imagen corporal, mejora de estado de ánimo, regulación de ansiedad, sueño, relaciones sociales, etc… Si en la fase anterior se produjo acompañamiento por parte de alguien cercano, podemos valorar la reducción progresiva del acompañamiento para favorecer su independencia.

(iv) La cuarta fase (mantenimiento), estaría enfocada al mantenimiento de los logros, con la consiguiente reducción progresiva del seguimiento del terapeuta sobre la actividad física. Es muy probable que esta tercera fase coincida con la estrategia de finalización del proceso psicoterapéutico.
Por último, sería interesante que el terapeuta contribuyera a que Juana pudiera hacer una atribución causal adecuada respecto a los logros alcanzados (mejora del estado físico, mejora de la autoestima, etc.) y el método utilizado para hacerlo (perseverancia, direccionalidad adecuada, etc.). Si Juana consigue asumir un modelo de atribución de factor inestable, interno y controlable como es el esfuerzo, estaremos favoreciendo no sólo la adherencia en el futuro de la conducta saludable (ejercicio físico) sino la autoconfianza y la mejora de la autoimagen así como un mayor locus de control interno. Es decir, Juana atribuirá los logros a su propio esfuerzo y no a otros factores externos.

David Martín Escudero

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