Hoy escribo sobre esos eslóganes y frases motivacionales tan manidos que, llevados al extremo, nos hunden en esa insana necesidad de proyectar un éxito que nunca llega…
Piensa siempre positivo
Tu trabajo te encanta y eres un crack, eres un caramelito para todo head hunter que se precie. Ignoras cualquier atisbo de hartazgo o queja. Y cuando el estrés ataca, agarras con fuerza tu taza de Mister Wonderful y con la mirada perdida te repites a ti mismo: “mi trabajo me encanta y yo soy lo más”. Sabes que cuando deseas algo con fuerza simplemente sucede, y cuando evitas ese conflicto interior o lo niegas, ¡deja de existir! Una duda se convierte en certeza con la actitud adecuada.
La negación continuada de un conflicto interior, o ignorar aquellos aspectos que no funcionan, impiden buscar su solución; la contención emocional, aunque eficaz en el corto plazo, será contraproducente en el medio o largo plazo. Cada emoción cumple una función y la evitación del malestar nos priva de información esencial para mejorar nuestra situación o para el propio desarrollo personal.
Conéctate
Da igual que recientemente nuestros vecinos franceses hayan legislado el derecho a desconectar del trabajo. Tú eres de los está conectado 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año. Te mantienes informado, siempre disponible. Intentas acabar en casa aquello con lo que no pudiste acabar en la oficina. En el día a día, evitas apagar el móvil y repasas el correo electrónico antes de dormir. Siempre habrá tareas que puedas ir adelantando.
Sin embargo, vivir permanente disponible dificulta establecer parcelas adecuadas para la desconexión, el descanso o el desarrollo personal. Respetar espacios ajenos al entorno laboral propicia la oportunidad para tomar perspectiva y replantear prioridades vitales.
Querer es poder
Ya lo dice Mr Wonderful, “si puedes soñarlo puedes hacerlo”. Estableces metas ambiciosas, el techo es el cielo. Da igual que existan factores ajenos a tu control. Delegar es de cobardes o caraduras. No escurres bultos que tú puedes llevar. Y si no alcanzas tus objetivos, existe un único culpable, tú.
Vivir siempre tras metas puede producir ansiedad y frustración. No todos partimos de situaciones similares. El bienestar parte del equilibrio entre la aceptación de nuestras circunstancias vitales y nuestras limitaciones, y el planteamiento de objetivos realistas y alcanzables.
Emociónate
Eres una persona volcada en lo que hace. Pones toda la carne en el asador y te fias de tu instinto. ¿Qué te dicen tus entrañas? Tomas decisiones con el corazón, el estómago, el páncreas, los testículos o los ovarios. Eres una persona pasional. Además, te identificas con lo que haces. Ya sean los valores de tu empresa, tus clientes, tus alumnos, las personas que cuidas, los objetos que manufacturas, o los pimientos que cultivas. Si ellos triunfan, disfruta el éxito. Si sufren, padece tú también. Al fin y al cabo, tú eres una persona que se entrega al 100%.
Un exceso de afecto en el trabajo propicia que nuestro bienestar dependa de aspectos sobre los que tenemos una capacidad de impacto limitada. En los casos más extremos, el desgaste puede derivar en síndrome de burnout. Una motivación adecuada debe basarse entre el equilibrio entre nuestra capacidad de implicación y de desconexión.
Da el máximo
El triunfo se consigue con sudor y lágrimas. No importa que hayas acabado tus tareas, siempre puedes permanecer más tiempo para impresionar a tus superiores, para presumir ante tus compañeros o para evitar tu tediosa vida personal. No delegas jamás aquello que puedes cargar o acumular. Arda Troya o tengas una gripe del tamaño de un cachalote, no faltas jamás al trabajo. Has aprendido que el esfuerzo y la constancia darán sus frutos y tu estarás calentando esa silla preparado para recogerlos.
Un volumen excesivo de trabajo es uno de los principales factores generadores de estrés. Además, nos mantiene alejados de pareja, familia o amigos, lo que incide en un mayor aislamiento social y puede desembocar en sentimientos de soledad o abatimiento. Desafortunadamente, no es siempre un aspecto que dependa de nosotros mismos. En lo que generalmente si tenemos más capacidad de impacto es en la organización y priorización de tareas.
Siempre en el futuro
Eres una persona previsora y te adelantas a todo acontecimiento. Si se agotan los problemas presentes, piensas en futuribles. Anticipas la crisis que viene, la cara cetrina de tu jefe o los días horribles que te esperan. Al fin y al cabo, hay que estar precavidos. Bueno, la precaución es algo secundario, primero centras tu atención en todo aquello que puede torcerse. Aunque lo dejas para mañana, lo piensas hoy.
El pensamiento catastrofista o anticipación de escenarios negativos, además de poseer una escasa utilidad, facilita la generación y mantenimiento de estados ansiosos.
Porque tú lo vales
Observas los ingresos que generan compañeros, familiares y amigos, y esperas con avidez el momento de aumentar tu poder adquisitivo. Tu valor está objetivamente establecido en tu salario. Es decir, aunque para tu pareja, familia, amigos y conocidos seas una persona excelente, el principal indicador de tu valía personal es lo que ingresas cada mes. Otros añadidos complementarios serán tus logros profesionales, la opinión de tus superiores o el feedback de tus clientes.
Tener un salario acorde a nuestras expectativas y desempeño profesional es un claro indicador de calidad de vida. Sin embargo, obsesionarse con la renta y ligar el autoconcepto al poder adquisitivo puede ser síntoma de una identidad empobrecida.
Del sofá a la cama y de la cama al sofá
No planificas jamás tu ocio, al fin y al cabo, lo importante es tu desarrollo profesional. La libertad consiste en improvisar y el escasísimo tiempo libre es sinónimo de descanso y vegetación en sofá. Ikea tiene razón, y el fin de semana debe transcurrir entre el sofá y la cama. No malgastas energía para una actividad no remunerada. Las aficiones, los viajes o la actividad física son la huida de losers insatisfechos con su trabajo.
Numerosos estudios vinculan la cantidad y calidad de tiempo libre a una mejor salud física y psicológica. Y al contrario, son muchas las evidencias que vinculan un exceso de trabajo y a una vida sedentaria a enfermedades coronarias. Aunque obvio, es necesario recordar que trabajar para vivir es una máxima siempre más recomendable que vivir para trabajar.
Eres lo que haces
Tu madre, tus amigos o tu vecino podrían definirte como una buena hija, alegre, un poco gruñona, ruidosa, cariñosa, generosa, etc. Leticia Dolera diría (sabiamente) que eres una mujer heterosexual, blanca, delgada. Mariano seguramente que eres muy español y mucho español. Sin embargo, tú sabes que lo más importante y definitorio es que eres policía, o abogada, modista o periodista. ¿No es acaso el lugar de trabajo donde transcurre tu vida? ¿No son tus compañeros las personas que mejor te conocen? Si aun mantienes parcelas de identidad desvinculadas de lo laboral, destrúyelas. Solo son distracciones y obstáculos a tu verdadera naturaleza.
Existe una delgada línea entre la vocación a la obsesión. Otorgar al trabajo un exceso de relevancia en el propio autoconcepto o identidad puede ser el reflejo de la escasa separación entre lo personal y lo profesional, o simplemente de pobreza en otras áreas de la vida.
David Martín Escudero