Acudir a un/a psicoterapeuta por primera vez no es una tarea tan sencilla como podría parecernos a simple vista. A continuación, vemos algunos ejemplos de creencias e inquietudes con mayor antagonismo hacia la psicoterapia.
1. Eso es para gente loca.
Psicólogos y psicólogas solo atienden personas desequilibradas. Y claro, lo tuyo nada tiene que ver con una pérdida de contacto con la realidad. Por tanto, si encuentras en ti un gramo de cordura, ¿para qué molestar con tus menudeces a un profesional de la locura?
2. Para eso están los amigos.
Quien tiene un amigo tiene un tesoro, y por extensión un psicoterapeuta colegiado. Ante la ansiedad, la angustia o la depresión, llamas a un amigo o amiga, le sueltas todos tus chascarrillos regados con unos vinos (o cañas) y ya está, ¡curado! Si es algo más serio como una muela picada o una contractura, entonces sí, necesitas la ayuda de un profesional. Con estas cosas no se juega… ¡Es salud!
3. Esto se cura con pastillas.
El malestar psicológico es calcado al físico. Lo que te pasa es muy sencillo y se debe exclusivamente a un desequilibrio en neurotransmisores o una activación excesiva del sistema nervioso simpático. Para qué explorar las intrincadas causas de un problema tan sencillo. La gente se complica, unas benzodiacepinas o unos buenos antidepresivos y…, ¡solucionado!
4. Yo es que no creo en la psicología.
Te consideras una persona racional. En un momento de debilidad, admites que te vendría bien tratar esos estados ansiosos o ese estado anímico deprimido. Entonces comienza el debate interno: acudir a Rappel, la bruja Lola, tu vecina que hace reiki o un psicólogo colegiado. Todo es una cuestión de fe.
5. Apechugando que es gerundio.
Definitivamente, ir al psicólogo es asumir el fracaso. Todavía te quedan algunos cartuchos de dignidad. Si hay gente que le va muchísimo peor y sale adelante. Es mejor apechugar que confrontar la vergüenza y humillación de sentarse ante un profesional.
6. Estas cosas no hay que removerlas… ya pasará.
Esto pasará, se reparará solo. Si no prestas atención al problema, en cierto sentido, no existe. El tiempo lo cura todo. Aunque alguno dirá que esta es una de las falacias más arraigadas, el sentir popular y los avestruces no pueden estar equivocados.
7. Me da vergüenza, ¿qué van a pensar?
Ir al psicólogo es algo parecido a ir a Salvame Delux. ¿Por qué exponer tus miserias ante un desconocido? Y además no te pagan por tus exclusivas… no, las pagas tú. Mucho mejor permanecer en el anonimato que ser juzgado por un tipo que se sienta en una butaca.
Entonces, ¿por qué acudir a terapia?
Cuando los síntomas y/o el sufrimiento psicológico asociado causan un deterioro físico, laboral y social significativo es el momento de planteárselo seriamente. Es muy importante buscar atención psicológica cuanto antes para no agravar la situación y que a la larga sea mucho más difícil erradicar el problema.
Buscar atención psicológica evidencia dos cosas esenciales: la primera es que se puede pedir ayuda y que se tiene el suficiente grado de conciencia para saber que se padece un problema que ocasiona sufrimiento, y la segunda que se ha decidido valientemente usar los recursos disponibles para solucionarlo.
Si bien en nuestra sociedad actual la figura del/a psicoterapeuta cada vez resulta más familiar al hallarse presente en contextos escolares, laborales y clínicos también es verdad que acudir a un/a profesional despierta temores hacia el qué dirán o a que esta información conlleve el rechazo social al quedar fácilmente etiquetados como “locos/as” o “débiles”. La sociedad tiene una asignatura pendiente, debe normalizar y comprender mejor lo que supone recibir atención psicológica. Sin embargo, acudir o no acudir al psicólogo es una decisión individual y es importante asumir que no siempre los demás van a comprender nuestras razones.
David Martín Escudero