El trastorno dependiente de la personalidad

personalidad dependiente
Collage de Rayo Púrpura

MC tiene 38 años y desde hace poco vive con su novia de toda la vida, a dos manzanas de sus padres, en el barrio donde creció. Terminó la carrera de derecho con esfuerzo y desde entonces trabaja en la empresa de su hermano como auxiliar adimistrativo. Muchos le perciben como una persona afable, aunque algo tímida, también indecisa, voluntariosa, responsable y cariñosa. A MC no le gusta estar solo. A menudo se siente triste o estresado y confía en su pareja para tomar cualquier decisión. Se desvive por su pareja y está deseando tener hijos, aunque le asusta no estar a la altura. A MC le cuesta mucho contrariar a los demás, aunque cuando se siente abandonado puede mostrarse frio y rencoroso. MC ha sido diagnosticado con trastorno dependiente de la personalidad.

La palabra «dependiente» viene del latín dependentis y significa «el que está abajo de un poder mayor». El trastorno dependiente de la personalidad (también referido como trastorno de la personalidad por dependencia) presenta como rasgo principal un déficit de autonomía sustentado en la creencia de que se es débil o frágil, o indefenso, inmaduro e incompetente. Generalmente, la persona manifiesta así dificultades para adaptarse a la vida adulta, asumir responsabilidades y tomar decisiones por sí misma.

Ser indeciso, disfrutar ver series en pareja, pasar de vivir con padres a hacerlo con una pareja o sentirse perdido tomando una caña en soledad, no significa padecer un trastorno dependiente de la personalidad. Un trastorno de la personalidad se caracteriza por un patrón prolongado de comportamiento, emociones y pensamientos muy diferente a las expectativas de la cultura o contexto del individuo. No responde a una etapa vital concreta. Tiene inicio en la adolescencia o principio de la edad adulta e interfiere de manera consistente con la capacidad funcional de la persona provocando malestar psicológico.

En el trastorno dependiente, la búsqueda de aprobación externa juega un papel fundamental. A veces como “niños adultos” sienten pánico a la responsabilidad y de buen grado se subordinan a la figura de un mentor que les sirva de guía. En el día a día la propia identidad se diluye si no se alimenta del juicio del otro. Son personas que pueden mostrar acuerdo con posiciones que no comparten y tienen muchas dificultades para actuar de manera individual frente al grupo. Necesitan atención y apoyo, y como fieles asistentes pueden realizar tareas tediosas y desagradables con tal de obtener aprobación y afecto, habitualmente de una figura de autoridad o pareja. Es común encontrar vivencias de abuso físico, emocional o sexual en su historia de vida. Lo cual contribuye a cimentar la creencia de que no son capaces de valerse de manera independiente.

La inseguridad se relaciona con complejos de inferioridad y la percepción sesgada de la propia capacidad. La susceptibilidad a la crítica o desaprobación es elevada y a menudo estas son interpretadas como pruebas de su incompetencia, socavando su autoestima y confianza. El patrón dependiente se mantiene en una elevada resistencia al cambio o a lo novedoso, lo cual se traduce en conductas de evitación y la búsqueda constante de guía, supervisión o cualquier tipo de apoyo.

  • Desde un punto de vista clínico y de acuerdo al DSM V, el diagnóstico del trastorno de personalidad dependiente está basado en los siguientes criterios:
  • Tienen dificultades para tomar decisiones cotidianas si no reciben una cantidad exagerada de consejos y garantías de otras personas.
  • Necesitan que otras personas sean responsables de los aspectos más importantes de sus vidas.
  • Tienen dificultades para expresar su desacuerdo con los demás porque temen perder su apoyo o su aprobación.
  • Tienen dificultades para comenzar proyectos por sí mismos porque no tienen confianza en su juicio y/o habilidades (no porque carezcan de motivación o energía).
  • Están dispuestos a hacer todo lo posible (por ejemplo, realizar tareas desagradables) para obtener el apoyo de los demás.
  • Se sienten incómodos o indefensos cuando están solos porque temen no poder cuidar de sí mismos.
  • Cuando una relación cercana finaliza, sienten una necesidad urgente de establecer una nueva relación con alguien que les brinde atención y apoyo.
  • Les preocupa y les atemoriza el hecho de tener que cuidar de sí mismos.

Es importante no confundir el trastorno con aquello que denominamos dependencia emocional. La dependencia emocional compone es rasgo que aparece exclusivamente en las relaciones afectivas. Es decir, podemos establecer una relación pasional y de codependencia pero ser individuos autónomos y competentes en otras parcelas. En el trastorno de la personalidad por dependencia, el déficit de autonomía trasciende lo afectivo, e impacta en la competencia en la mayoría de ámbitos vitales, ya sea económico, social o familiar.

También es muy común asociar el trastorno de personalidad dependiente al diagnóstico del trastorno límite de personalidad. En ambos casos son comunes las relaciones de codependencia, el temor al abandono o la incapacidad para estar solos. Sin embargo, el patrón conductual y afectivo es diferente. En el límite, el individuo presenta dificultades para la regulación de impulsos y emociones, reaccionando agresividad ante la posibilidad de separación y abandono. En el caso del dependiente, el comportamiento se caracteriza por la sumisión y adherencia como forma de garantizar la permanencia del otro.

Las personas con TDP a menudo acuden a psicoterapia acompañados por un allegado y generalmente ante síntomas de ansiedad o depresión. Una vez se mitigan los síntomas ansiosos o afectivos, el tratamiento psicológico se orienta a la modulación de su miedo a la soledad y mejora de competencias individuales. El objetivo no será la ‘curación’ sino un mejor funcionamiento social y afectivo, y una mayor autonomía frente a las exigencias cotidianas. Tampoco se trata de convertirse en un adalid del liderazgo, sino en modular aquellos rasgos (ej. dependencia, inseguridad, etc.) que no son adaptativos. La identificación, exploración y análisis de esquemas de conducta, cognición o emoción, desde la experiencia presente, será clave en el tratamiento.

Cuando el psicólogo/a identifica el trastorno, las alternativas más eficaces son las psicoterapias de corte cognitivo y ‘terapias de tercera generación’. En este grupo encontramos la terapia de aceptación y compromiso (ACT) y la terapia dialéctico-conductual (DBT). Mientras la terapia cognitivo-conductual tradicional se centra en conseguir la resolución de problemas psicológicos a través del cambio comportamental, estos enfoques ponen el énfasis en la comprensión, aceptación y validación como punto de partida para conseguir el cambio. 

David Martín Escudero

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