El chemsex surge de la fusión de los términos “chems” (alusivo a las drogas) y “sex” (sexo). Se trata de una práctica al alza. Sus participantes son hombres que tienen sexo con otros hombres, y se caracteriza por una combinación de drogas y sexo que resulta en largas sesiones, que pueden prolongarse durante horas o incluso varios días.
Durante las sesiones, las sustancias más comunes son metanfetamina (o tina), mefedrona (o mefe), GHB (G o chorrito), ketamina (keta), cocaína y alcohol. En cuanto a las formas de administración, la mayoría de los usuarios de chemsex, especialmente al inicio, consumen por vía oral y/o nasal. Los más avanzados a menudo eligen la administración intravenosa (slamming) o la vía anal, ya que los efectos son más inmediatos y potentes.
En términos generales, estas sustancias ofrecen una mayor intensidad y duración en la relación sexual. La mefedrona y metanfetamina son estimulantes que repercuten en una mayor excitación, vigor y duración. El GHB y la ketamina se utilizan por su efecto anestésico y desinhibitorio. El Popper dispara el placer de manera momentánea, facilita la penetración y las prácticas más intrusivas. La cocaína y el alcohol también pueden favorecer una mayor desinhibición y una mejor percepción de uno mismo. Todas ellas generan un estado de excitación que ofrece una mayor entrega, y hace que disminuya de manera drástica la percepción de riesgo y cualquier tipo de inseguridad con relación al propio cuerpo o al del otro.
El chemsex problemático
Ni el uso recreativo de sustancias ni el sexo casual (con ocho u ochenta) per se presentan signo alguno de patología. El problema se sitúa en el abuso, en el chemsex problemático. El chemsex puede pasar rápidamente de tener un carácter voluntario y moderado a otro compulsivo y problemático, especialmente en aquellos individuos que por cuestiones psicológicas, sociales o biológicas son más vulnerables a la adicción. La pérdida de control parte de una triada, el componente adictivo a las diferentes sustancias (especialmente la metanfetamina y la cocaína), al sexo y a las aplicaciones de citas (Grindr o Scruff). Estos comparten unos mismos circuitos de recompensa en el cerebro. En el chemsex, la activación simultánea de estos mecanismos genera un coctel que fomenta su carácter adictivo. Estos mecanismos psicológicos y fisiológicos comparten parámetros similares a cualquier otro cuadro adictivo a sustancias o a conductas. Sin embargo, en el chemsex encontramos una particularidad que se relaciona con aspectos culturales e identitarios propios de sus usuarios, hombres que tienen sexo con hombres en entorno urbano.
Paradójicamente el chemsex ofrece una experiencia de desconexión y conexión con uno mismo y con los otros. Como una suerte de disociación inducida por las drogas, los propios procesos mentales del día a día mutan hacia otros más livianos. Aquello que perturba o preocupa se apaga durante unas horas, el aquí y ahora que tanto predicamos en consulta se ve propiciado con una eficacia asombrosa. Nada importa, se desconecta de la propia abulia y se entra en un estado de euforia en el que las sensaciones físicas trascienden todo lo mundano.
En el chill no todo es oscuro, hay risas, hay conversaciones, hay diversión. El usuario comparte un espacio con sus pares, y en un proceso de desinhibición radical, su propio espacio personal se reduce hasta confundir su propio cuerpo con el del otro. Es la experiencia de la carne en su máxima expresión.
El chemsex ofrece un atajo en el que se obtiene placer inmediato y duradero: en las sesiones el usuario se siente más seguro, conectado, caliente o cachondo. En este entorno se compensan estrés y carencias psicoafectivas. Es el corto plazo, en el medio y largo plazo, ansiedad, apatía y el déficit afectivo se acentúa.
El abuso en el chemsex genera un impacto negativo en el bienestar psicológico de la persona. Las sesiones pueden llegar a constituir la principal forma de relación, ya sea sexual, afectiva o social y se puede llegar a tener dificultades para relacionarse sin drogas. También observamos el terrible impacto en la vida laboral, social o familiar. En el abuso, el usuario se desconecta de otros espacios y la situación de vulnerabilidad que se ve exacerbada a medida de aumenta el consumo.
¿Quiénes son usuarios de chemsex?
El perfil del usuario, más allá de las preferencias sexuales compartidas, es muy heterogéneo. El último estudio liderado por Apoyo Positivo dibuja un usuario típico que se autoidentifica como gay, con una edad media que oscila entre los 31 y los 39 años, alta tasa de empleo, con estudios superiores y habitante de zonas urbanas (Íncera et al., 2022).
Bourne y Weatherburn (2020) señalan tres motivos principales para el uso de drogas entre los usuarios: la búsqueda de placer, la sensación de pertenencia a una comunidad, y el uso de drogas como estrategia de afrontamiento para lidiar con el malestar o con problemas de la vida cotidiana. En relación con la experiencia sexual, otros autores destacan la intensificación de las sensaciones, el aumento de confianza en sí mismo y de la conciencia de las propias emociones y de los otros, así como la facilidad para las prácticas sexuales que impliquen la penetración anal receptiva (Maxwell et al. 2019).
Algunos usuarios anestesian su ansiedad cuando afrontan la relación sexual con sustancias. El temido gatillazo se solventa. En consulta, algunos pacientes relatan que bien no tienen dificultades de erección o bien mantienen un rol pasivo sin importar el funcionamiento de su pene. En otros casos, el consumo de psicoactivos retarda e intensifica el orgasmo. Sin consumo temen la eyaculación precoz, con los consiguientes sentimientos de vergüenza o frustración. Otros pacientes no se sienten satisfechos con su cuerpo, y en el colocón olvidan sus inseguridades. Otros simplemente encuentran en el chill el espacio para llevar a cabo fetiches o prácticas que resultan menos accesibles en un entorno libre de drogas.
En una primera aproximación, podemos pensar que los usuarios de chemsex viven de manera disociada lo sexual de lo afectivo. Al igual que en el recientemente aceptado trastorno hipersexual, podemos intuir torpemente que el amor no es objeto de deseo y que su voracidad se cimienta sobre lo sexual. No siempre es así, en el relato de muchos usuarios encontramos sentimientos de aislamiento y soledad, y el deseo de encontrar pareja o un grupo de iguales cohesionado.
Al chemsex se llega desde muchos caminos. No existe una motivación homogénea y compartida. No debemos olvidar aquellos casos en los que el colocón constituye un fin en sí mismo. En estas ocasiones es más complicado identificar el motor que lleva a un camino de autodestrucción. Es cierto que cuando el usuario tiene recursos económicos, sociales y afectivos, el trayecto de vuelta es mucho más sencillo. La adicción, en términos generales, siempre es más compleja en la medida en la que el territorio al que volver tras la farra es más carente.
Atención psicológica en el chemsex
La adicción al chemsex se ha convertido en un problema de salud pública. La transmisión de ITS se ha disparado en los últimos años y la administración ha puesto en marcha (escasos) recursos para su prevención y tratamiento. Sin embargo, los problemas psicológicos derivados no están siendo atendidos. No existen apenas servicios especializados más allá de los esfuerzos de varias ONGs en Madrid y Barcelona del ámbito LGTBIQ+.
El usuario muchas veces toma conciencia del problema cuando siente que ha tocado fondo. Generalmente se procura apoyo en el momento en que el chemsex afecta a otros ámbitos vitales; cuando se falla en la actividad laboral o académica, cuando afecta a relaciones con los más cercanos, cuando se extinguen aficiones e intereses. Al acercarse a recursos públicos enfocados en el tratamiento de otras adicciones pocas veces se siente comprendido. El usuario se identifica poco con las personas que normalmente acuden a los Centros de Atención a las Adicciones (CAD). En el ámbito privado, aparece el temor a ser juzgado o incomprendido por un profesional de la salud mental.
El psicólogo/a que atienda el chemsex problemático debe mantener una actitud libre de juicios morales y debe conocer, entender y comprender todos aquellos aspectos ligados al chemsex: tipo de sustancias, prácticas sexuales, aplicaciones, ITSs, recursos existentes y todos aquellos aspectos socioculturales del entorno de hombres tienen sexo con hombres. El abordaje terapéutico debe mantener un carácter integral. Es decir, no debe contemplar exclusivamente la relación compulsiva con el sexo, con las aplicaciones o el abuso de sustancias. También debe poner el foco en aquellas variables individuales propias de cada caso particular y todos aquellos condicionantes estructurales de tipo social y cultural transversales al chemsex.
David Martín Escudero
Íncera D., Gámez M., Ibarguchi L., García A., Zaro I., Alonso A. (2022). Aproximación al Chemsex 2021: Encuesta sobre hábitos sexuales y consumo de drogas en España entre hombre GBHSH. Apoyo Positivo e Imagina Más.
Bourne, A., Weatherburn, P. (2017). Substance use among men who have sex with men: patterns, motivations, impacts and intervention development need. Sexually transmitted infections, 93(5), 342–346. https://doi.org/10.1136/sextrans-2016-052674
Maxwell, S., Shahmanesh, M., & Gafos, M. (2019). Chemsex behaviours among men who have sex with men: A systematic review of the literature. The International journal on drug policy, 63, 74–89. https://doi.org/10.1016/j.drugpo.2018.11.014