¿Cómo es el TDAH en adultos?

TDAH adultos

El Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) ya no es sólo cosa de niños. La última versión del Manual Estadístico y de Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSM-V) elaborado por la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) contempla formalmente el diagnóstico de TDAH en adultos y adolescentes. Supone un cambio importante, hasta la fecha se estimaba que, pasada la etapa infantil, el trastorno se diluía en la mayoría de los casos.

Los adultos con TDAH acostumbran a mostrarse inquietos, enérgicos y activos. Parlanchines e impacientes, suelen tener dificultades para mantener conversaciones sosegadas. Su discurso salta de un tema a otro, dejando un poco perdido a su interlocutor. Tienden a responden antes de que el otro haya formulado su pregunta, cambian de tema y, ocasionalmente, resultan inquisitivos e impacientes. Pueden tener tendencia a ensimismarse, pierden y retoman el hilo de una conversación, o una trama de una película o serie.

Amigos de la procrastinación, los adultos con TDAH, finalizan pocos proyectos iniciados. Especialmente porque posponen aquellas tareas poco atractivas o porque inician nuevos planes de acción de manera simultánea. El multitasking frustrado es su lema, y cambian de actividad sin haber finalizado las previas.

Un poco desastrados, tienen dificultades para prestar atención al detalle y cometen toda suerte de errores o descuidos en el ámbito laboral y doméstico. La paciencia es otro talón de Aquiles y se muestran reacios a esperar turnos o colas. Sus dificultades para controlar impulsos generan dificultades en las relaciones interpersonales, tanto en el ámbito familiar, laboral o el sexo-afectivo. Es común que eviten el trabajo en equipo y prefieran las tareas individuales.

En definitiva, y siempre en diferente grado, el sentimiento subjetivo de inquietud interna, un déficit para controlar impulsos y sus dificultes para dar respuesta a las demandas del día a día, generan malestar psicológico y conflictos relacionales.

Diagnóstico

El TDAH es un trastorno de origen neurobiológico que se caracteriza por un desarrollo inapropiado del nivel de atención e hiperactividad-impulsividad, con inicio en infancia y que produce un deterioro clínicamente significativo en la vida del niño. Es cierto que el TDAH puede mitigarse hasta su desaparición con un proceso educativo y evolutivo del menor. No obstante, la investigación ha demostrado que una proporción que podría alcanzar el 70% de los niños y niñas con TDAH se prolonga en la adolescencia y hasta un 40% podría continuar en la edad adulta. El TDAH en adultos podría afectar a cerca de un 4% de la población general.

Las manifestaciones varían. No son adultos que corretean por doquier. Algunas de los signos más frecuentes son:

  • Dificultades de concentración o para mantener la atención.
  • Déficit de organización, la persona se muestra desorganizada y con dificultades para llevar a cabo planes.
  • Dificultad en el inicio y la finalización de proyectos.
  • Inquietud y cambios de actividad a pesar de no haber finalizado la anterior.
  • Dificultades para gestionar el tiempo, con la consiguiente impuntualidad.
  • Frecuencia de olvidos y despistes.
  • Impulsividad a la hora de tomar decisiones.

El diagnostico debe partir de dos premisas iniciales: el inicio de los síntomas de TDAH se produce durante la infancia y estos continúan de manera consistente y persistente a lo largo de la trayectoria vital, hasta el momento de valoración.  

Los síntomas deben de estar asociados a una disfunción clínica o psicosocial significativa que afecte al individuo en dos o más áreas de la vida. Dado su inicio temprano, la valoración de los signos debe contemplar tanto la afectación en el presente como en infancia. Por tanto, la evaluación debe contemplar aspectos tanto actuales como retrospectivos y, siempre que sea posible, deben ser entrevistadas personas allegadas desde infancia (normalmente los padres).

Dado que una gran proporción de adultos con TDAH presenta otros trastornos comórbidos, es importante que la evaluación psicológica esté orientada a la detección de otras problemáticas. Es muy común que aparezcan signos de depresión y ansiedad, y en algunos casos, problemas de adicciones o trastornos de la personalidad.  

Tratamiento

En muy pocas ocasiones observamos en consulta adultos cuya demanda es el propio TDAH. Generalmente, acuden porque padecen ansiedad y/o un estado anímico decaído o porque señalan una problemática de tipo afectivo o relacional, dificultades en el ámbito laboral, abuso de sustancias, etc. Al fin y al cabo, el TDAH impacta en los distintos ámbitos de vida de la persona generando dificultades de adaptación y malestar. Estos aspectos también deben ser contemplados en el proceso terapéutico.

El abordaje psicoterapéutico del TDAH en adultos presenta algunos aspectos comunes con el de niños y niñas, y siempre debe adaptarse a las circunstancias concretas de la persona que lo padece. En el caso del adulto, además de los problemas académicos o laborales, las dificultades afectivas y sociales adquieren un mayor protagonismo.

El tratamiento combinado, psicoterapéutico y farmacológico, al igual que en niños y adolescentes, también es una opción. Los fármacos empleados en el tratamiento del TDAH en adultos acostumbran a ser los mismos que los utilizados en el TDAH infantil. Estos son el metilfenidato y la atomoxetina. 

Tras el diagnóstico, el tratamiento debe contemplar una valoración funcional específica, observando que dificultades están presentes en el día a día. La psicoeducación es clave en las primeras sesiones. Es decir, el psicoterapeuta debe ofrecer información detallada sobre el TDAH y todas sus implicaciones. El paciente debe entender y aceptar el diagnóstico. En el cuerpo del tratamiento, la intervención debe centrarse sobre la gestión de las manifestaciones principales. Es importante el rol protagónico del paciente en la detección de principales necesidades y establecimiento de objetivos del tratamiento. Los problemas asociados también deben ser contemplados en este proceso.

En términos generales, las aproximaciones cognitivo-conductuales son las que ofrecen mejores resultados. El tratamiento estará orientado a la puesta en marcha y mejora de:

  • Organización y planificación en las tareas domésticas, laborales o académicas.
  • Estrategias de atención, concentración y memoria.
  • Regulación emocional y control de impulsividad.
  • Habilidades interpersonales.